LOS AMIGOS DE MIS AMIGOS, SON MIS AMIGOS
- Marina Ollari
- 13 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 ene 2019
Sobre “Los amigos. Un biodrama Afro” de Vivi Tellas
-Nota publicada en Revista Ramona–

“Te voy a hacer tres preguntas y quiero que hablemos de eso”- son las primeras palabras a público que abren un largo intercambio entre Sow y Fallou, en el que comenzamos como espectadores lejanos y terminamos indudablemente bien cerca. Pronunciadas en un esforzado español que revela ansias por comunicar y ser escuchados, devienen en un biodrama sobre dos amigos senegaleses que buscan su lugar en una patria otra.
Fallou y Sow no son actores ni pretenden serlo. En este dispositivo de teatro documental se ponen en escena retazos de sus vidas, opiniones e imaginarios sobre inmigración, que son entretejidos por la mano invisible de Vivi Tellas construyendo un mundo poético de lo afro: anécdotas, fotos de sus familias en Senegal, videos filmados en el barrio de Once durante desalojos, debates sobre el colonialismo, demostraciones de habilidades deportivas y de rituales de fe. Los conocemos un poco más a los amigos, nos identificamos, dejando de lado en este hiato espacio temporal que ellos son de allá y nosotros de acá.
A estas alturas, tengo que sincerarme como reseñista. La obra no empieza en el momento en que hablan a un público expectante y ya acomodado, sino un poco antes. Mientras esperamos que den sala en el bello jardín arbolado del espacio Zelaya, vemos a Sow y Fallou a través de una ventana, compartiendo un momento muy íntimo y distendido. Toman té, parece. En tanto nos acercamos y pretendemos inmiscuirnos en su conversación privada, sorprende que a pesar de agudizar el oído se hace imposible entender una palabra. Hablan en wólof y si, toman té los amigos. Se perciben tan apacibles ellos y nosotros tan extranjeros, ajenos a su vínculo. Resulta incómodo no entender. Por suerte, una vez adentro nos miran, se miran y hablan en nuestro idioma.
Idioma que aprendieron, y que utilizan con predominancia a lo largo de la obra (mucho más que los idiomas nacional y oficial de Sengal: wólof y francés respectivamente) para hacerse visibles ante un público tan blanco. La maquinaria teatral se encarga de sacudir algunos prejuicios antes de hacernos parte de la aventura. ¿Es necesario que ocupen el centro de escena y manejen nuestros códigos para verlos como conciudadanos? ¿Quién es el extranjero?
Entender esta propuesta exige retrotraernos a las preguntas iniciales, aquellas que se hacían Vivi Tellas y equipo cuando comenzaron a investigar sobre la afluencia de senegaleses a la Argentina. Este proceso de recopilación de experiencias durante un año y medio derivó en una convocatoria a la cual se presentaron algo así como cinco personas. Uno de los más convencidos y convincentes fue Fallou Cisse. Tenía grandes planes para el proyecto: “Hay muchas cosas que se dicen sobre nosotros, que no tiene nada que ver con lo que somos (…) me gustaría poder informar la sociedad argentina”, redactó desde su Gmail en respuesta al anuncio, en un español aún en construcción. Fallou, a su vez, invitó a su amigo Mbagny Sow.
Estos factores no son menores y tiñen a la obra por completo.
Por un lado, esa necesidad manifiesta de contar unas cuantas verdades acerca de la comunidad senegalesa, que desde hace años reside en el país y, como suele ocurrir con minorías sin voz ni voceros, es estigmatizada. En ese sentido, esta obra habilita un espacio de intercambio que rompe toda clase de reduccionismos y subestimaciones. El acento extranjero y la mala conjugación verbal del español no surten aquí efecto deslegitimador alguno: los amigos tienen mucho para decir.
Por otro lado, la decisión de mostrar esta experiencia a través de la amistad es de las decisiones más acertadas y conmovedoras de la puesta. Sow y Fallou cuentan sus relatos para el público, pero también se los cuentan a sí mismos. Se dedican miradas y sonrisas cómplices irreproducibles que nos hacen parte y hermanan. La naturalidad con la que relatan cómo cuidaron de la cabra que terminó siendo mascota; el despojo con el que reproducen una experiencia cercana a la muerte de un Sow niño, que cruza una avenida sin mirar por la avidez de llegar a comer a su casa. Imposible desconocer la arrolladora humanidad que acontece a unos metros de distancia.
Caemos rendidos, rompemos barreras imaginarias y nos acercamos inevitablemente a esa intimidad que veíamos de lejos, por la ventana. Tal es así que hacia el final nos invitan a compartir té de menta con magdalenas. El mismo té que tomaban cuando todavía no éramos sus amigos.
Espacio: Zelaya 3134
Dirección: Vivi Tellas Actúan: Fallou Cisse, Mbagny Sow Iluminación: Charlie Guida Documentalización: Ariel Nahón Fotografía: Nicolás Goldberg Diseño gráfico: Horacio Gallo Asistencia técnica: Joaquin Allaria Mena Asistencia de dirección: Renata Moreno Prensa: Marisol Cambre Producción: Sol Sañudo Investigación: Joaquin Allaria Mena, Renata Moreno, Ariel Nahón, Sol Sañudo
Comments